Sé que a los amantes de la fantasía
nos hemos topado por lo menos una vez con alguna adaptación del clásico de
Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas, es una de esas obras
literarias que admite todo tipo de interpretaciones, desde blancas historias
hasta alucinantes composiciones musicales.
En esta ocasión es la magia del
stop-motion realizada por el checo Jan Svankmajer, quien aprovechó este
cuento para desarrollar su primer largometraje tras varios años exponiendo
sus creaciones. Un fiel amante de lo recursivo, capaz de crear nuevas
realidades con sus ideas, jugando con la morfología y con un característico toque
en el movimiento de sus creaciones, dándole vida a cualquier pieza inanimada
para expresar todo tipo de emociones.
Lo cierto es que esta adaptación de Jan le favorece porque es un territorio
muy amplio para que él pueda sorprendernos con su estilo, atrae mucho la forma
en que recrea a los animales con ese aire oscuro casi a primera vista como si todo fuera hacia
el caos y el terror, pero con el tiempo
es la habilidad de la pequeña protagonista la que demuestra que para los
infantes no hay miedo o extrañeza ante lo desconocido, sin un referente
mayor que le induzca a ese temor. La
película avanza se siente y se vuelve reconocibles todos los escenarios del
cuento original, pero con el punto de
partida es inventar un nuevo mundo en el que cada detalle desemboca
en un enriquecedor escenario que da vida a todos los objetos inanimados que
enmarca la pantalla.
En esta ocasión hay seres vivos, dos conceptos de Alicia,
cráneos con ojos saltones y frascos de
mermelada con tachuelas en su interior. El resto simplemente simula todo
aquello que creó Carroll en su juventud. El director siempre se sirve de
objetos, huesos y algunos pedazos de carne para darle vida a sus películas.,
algunos se auto-construyen en el momento para esfumarse en la nada, dando una
dignidad única al creador por su paciencia en un trabajo de horas que se
evapora en segundos en pantalla.
Steban Gómez Cañón
Revisada.
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