Para el año 1988 se registraban más
de veinte adaptaciones[1]
cinematográficas y televisivas de la obra de Lewis Carroll Alicia en el país de las maravillas incluyendo tres producciones
animadas de los estudios Fleischer (1934), Walt Disney (1951) y Hanna Barbera
(1966). Es este mismo año que una versión peculiar de esta historia ve la luz
de la mano de Jan Svankmajer, un creador cinematográfico checo.
La mayoría de dichas adaptaciones
son de carácter fantástico, se observa la existencia de lugares imaginarios con
animales y objetos antropomorfizados además de atmósferas y efectos propios de
una historia aparentemente escrita para un público infantil.
La versión de Svankmajer adquiere
un tono diferente a pesar de tener tales elementos y de permanecer fiel
a la historia literaria, pues aunque es la misma Alicia que concibió Carroll,
es una interpretación diferente.
La historia está narrada por Alicia
quien tiene muy pocas líneas, pero se le da toda la atención con planos detalle
a su boca, el filme no está musicalizado, pero aun así predominan los sonidos
de los elementos que intervienen en el filme, también se documentan
todos los objetos que a pesar de ser cotidianos están dispuestos de tal forma
que componen escenas surrealistas.
A primera vista el filme resulta
un tanto perturbador por sus propios atributos estéticos, la historia es el
producto de una imaginación infantil y vívida, pero se nos presenta en un tono
pálido, los sonidos pueden resultar abrumadores en algunas escenas al igual que
la mayoría de los objetos y la forma en la que cobran vida; esqueletos de
animales, muñecas e incluso comida. El conejo blanco que persigue Alicia no es
una criaturita esponjosa que muchos niños quisieran acariciar y tener como
mascota, es un animal disecado y con dientes un tanto amenazadores que come
viruta compulsivamente.
Cabe preguntarse, sin embargo, si
lo perturbador de la película está en la película misma o en el hecho de que lo
fantástico se presente usualmente de forma idealizada, los objetos se
embellecen y cobran vida de una forma empática y humana, las historias dejan
lecciones; el bien triunfa sobre el mal. En las palabras de Svankmajer:
“El arte para los niños existe para
obligarles a desear o querer algo que les es completamente ajeno. Los niños son
crueles y lo que más les gusta es cualquier cosa que les haga rebelarse, pues,
por naturaleza, se resisten a ser domesticados; se resisten a la represión que
necesariamente el mundo adulto ejerce sobre ellos."
Por comparación el filme del 88 va
a resultar extraño ante el ojo colectivo, por eso es común encontrar en la
fichas y descripciones de esta película que es una “versión oscura” del cuento
clásico.
Puedo estar de acuerdo con esta
descripción parcialmente, no es una versión o interpretación oscura del cuento o
por lo menos no intencionalmente, no fue creada para perturbar sino para enseñar
al espectador un nivel profundo de la mente humana, que puede resultar
perturbadora y oscura por si misma, pues es un territorio poco explorado y no
muy aceptado en la cultura popular. Cada objeto, cada criatura y ser que Alicia
encontró en el país de las maravillas estaba en su habitación, fueron los
mecanismos de su inconsciente los que les dieron vida y orquestaron toda esta
fantasía que se sintió muy real. Su creador es un surrealista y no se puede
esperar menos de uno, que mejor tema a tratar por un explorador que está “sobre
la realidad” que el de los sueños.
Es verdad que muchas veces la
realidad supera a la fantasía y esta película no falla al explorarlo, me atrevo
a decir que es de hecho, una versión que se acerca bastante a la realidad, a la
forma en la que se experimentan los sueños y lo bizarros que pueden llegar a
ser. Si alguien quiere tener una experiencia chocante y más allá de lo real
este film puede resultar muy útil en ese propósito.
por Juliana Espitia
por Juliana Espitia
Revisada. Buena reseña.
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